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¡Disciplínate!


Disciplina es hacer bien lo que tengo que hacer y en el momento adecuado. Una persona disciplinada es aquella que observa u obedece las leyes (morales, sociales, espirituales, etc.), alguien que ha sido instruida o enseñada mediante lecciones o castigo, que cuida el conjunto de reglas para el orden de una organización (casa, trabajo, escuela, iglesia, etc.).

La disciplina es una cualidad del carácter. Carácter es lo que somos o hacemos cuando nadie nos ve. La idea se puede entender mejor si analizamos algunas frases paralelas: “Nadie puede dar lo que no tiene”; es decir, nadie enseña disciplina si no es disciplinado. “Enseñamos lo que somos”; en otras palabras, eres disciplinado, enseñas disciplina; eres indisciplinado, enseñas indisciplina.

Tener una disciplina efectiva es el resultado de un continuo flujo de decisiones apropiadas. Nadie nace disciplinado, tenemos que aprender a serlo antes de enseñarlo a los demás. Ser disciplinado (en el hogar, en el trabajo, en clases, en la iglesia) es esencial para edificar una fe firme en Jesucristo.

La Palabra de Dios es la mejor fuente de disciplina. Para ser disciplinados debemos seguir normas que sean sencillas y consistentes. La indisciplina, por su parte, es un problema de actitud. La mejor explicación de lo que significa “disciplina” la encontramos en Hebreos 12:5 – 11, y dice: “… y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como hijos; porque ¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.

“El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento”, Prov. 15:32


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